jueves, 16 de agosto de 2012

«Jesús se presenta como pan e invita a comer su carne y beber su sangre». (Juan 6, 51-59)


La Espiritualidad de una persona se hace visible en particular en las situaciones límites, ya sea de dolor o de alegría.


Ante el dolor, la enfermedad, la pérdida de algo o de alguien hay personas que hablan de «castigo de Dios» o de «ausencia de Él». Hay otros que entienden este momento como «posibilidad de acercarse o aferrarse en Dios». Quedan expresados los dos modelos más generales de espiritualidad: la que nos conduce al éxito en este mundo (por lo tanto cuando me va mal es por ausencia de Dios) y la espiritualidad vivida y trasmitida por Jesucristo (que ubica a Dios ahí donde hay carencia de justicia, carencia de amor, de salud, carencia de...) y él se hace uno con nosotros para intentar superar esa situación o darle sentido de esperanza a esa cruz que nos toca cargar...

Ante la alegría de un triunfo vemos a jugadores como Cavani levantando las manos al cielo, o al africano ganador de la maratón olímpica reciente besando la tierra. Siendo muy respetuosos por estos modos de expresar y vivir la fe ubicando en los momentos de alegría a Dios en el cielo o en la Pachamama, (madre tierra), sumamos la ubicación que Dios por medio de Jesucristo nos presenta de su presencia en el texto de hoy. «Jesús se presenta como pan e invita a comer su carne y beber su sangre». (Juan 6, 51-59)

Un Dios que se presenta como ALIMENTO para el cuerpo y el espíritu. Por lo tanto una de las expresiones de nuestra espiritualidad se da en «la comida». Entonces un elemento que evalúa nuestra espiritualidad es el tipo de alimentación al cuerpo, a la mente, al corazón que estamos teniendo. ¿Dime qué, cómo y con quien comes y te diré que espiritualidad estás viviendo?
El buen vivir de las espiritualidades indígenas también está centrado en la «comida festiva». Muy semejante a los anuncios de reino de Dios bíblico que son: en forma de banquete, o los signos del reino hechos por Jesús de la multiplicación de los panes, la transformación del agua en vino o la misma cena eucarística donde nos dejó su memorial, su presencia en lo que llamamos misa y que a perdido mucho lo de «comida festiva».

Entonces profundizar nuestra vida espiritual tiene que ver con rever nuestra alimentación, nuestra elección de consumo en todos los sentidos. Desde la alimentación, la lectura, programas de Tv, fiestas y diálogos: «Me transformo en lo que me alimenta». Esta propuesta espiritual es muy exigente, porque me compromete con la responsabilidad de mi propia relación con Dios. Diferente a las espiritualidades que ubican a Dios fuera de mí mismo y por lo tanto mi vida de fe se transfiere a lo mucho o poco que el otro me pueda brindar... Si bien necesitamos acompañamientos, necesitamos a otros para vivir la espiritualidad cristiana y en la relación con los otros (especialmente con los más pequeños) se manifiesta nuestra religión, nuestro Dios nos cree adultos de ser capaces de decidir sobre nuestro crecimiento espiritual según la elección alimenticia integral que vamos eligiendo. Elegir participar y hacer fiestas inclusivas quizás sea una puesta en práctica del Padre nuestro...

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