En letra mucho más pequeña, lo medios
informaron cual era la realidad de esa joven mujer. Desde los nueve años era
abusada sexualmente por parte de su padrastro, quién la embarazó cuando ella
tenía catorce y luego dieciocho. Como producto de esas violaciones, nacieron dos
niñas mellizas que hoy tienen siete años, y posteriormente el pequeño niño de
tres años de edad. Vivía con sus tres hijos en una vivienda precariamente
construida con madera y nylon, dependiente económicamente del violador. En la
actualidad, el hombre de cincuenta y cuatro años, padrastro de la joven y padre
de las niñas mellizas, había comenzado a abusar sexualmente de
ambas.
Como ya nos tiene acostumbradas este
país, el impacto y conmoción dura hasta tanto surja un titular más sórdido o
espectacular, tiempo durante el cual se vierten en cataratas opiniones
implacables, absurdas, reflexivas, compasivas, dependiendo como casi todo, de
con quién cruces palabras ese día.En general ya no se habló más
del asunto. El rápido procesamiento con prisión de la joven mujer por un delito
de homicidio especialmente agravado, selló las conversaciones y nuevos titulares
invadieron los medios. La conmoción en el pueblo Algorta, vaya a saber una
cuánto dura en el tiempo, aunque es probable que sea menor a los doce años
durante los cuales se extendió el abuso sexual constante sin que la comunidad lo
detectara.
Ni entonces, ni ahora se reparó en un
detalle que se reiteró en todos los medios de comunicación: hacía días que la
mujer había radicado una denuncia contra su padrastro cuando el hombre comenzó a
abusar sexualmente de las niñas, y ambos – denunciante y denunciado- estaban
citados a declarar al Juzgado de Young el jueves 3 de julio a las 14.00
horas.
Las crónicas hacen referencia a ello,
casi de manera anecdótica y utilizando expresiones tales como “esa instancia no
llegó a cumplirse” o “no llegaron a declarar”, agregando que luego de efectuada
la denuncia el acoso fue de tal magnitud que la mujer “se encontró en un
callejón sin salida” cometiendo el homicidio en la mañana de aquel
día.
Sin embargo para mí, no se trata de
un mero detalle.
Hace ya mucho tiempo que los reclamos
se centra en que el sistema de justicia nacional debe garantizar “una respuesta
judicial idónea, inmediata, oportuna, exhaustiva, seria e imparcial, frente a
actos de violencia contra las mujeres” (CIDH). No solo porque las organizaciones
de mujeres y feministas y ciudadanía en general se lo exijan, sino porque es una
obligación que el Estado Uruguayo asumió a nivel internacional y debe
cumplir.
En éste caso el sistema de justicia
tomó conocimiento de la situación, porque la misma había sido denunciada por la
propia víctima. La respuesta fue citarla a ella y al denunciado para unos
cuantos días después. No sin antes, hacer lo que jamás se debe hacer, que es
precisamente poner en conocimiento al denunciado mediante indagatoria policial,
que la víctima recurrió a solicitar ayuda.
Me pregunto y me
respondo:
- ¿Qué
indicadores tomó en cuenta el Juez para evaluar el riesgo de situación y
concluir que podía dejar transcurrir algunos días sin intervenir?.
- Ninguno.
Seguramente ni siquiera se procedió a evaluar el riesgo.
Es admisible que transcurran algunos
días entre que se denuncia y se comparece judicialmente, siempre y cuando
denuncie que no me abonaron un cheque, que la medianera que me separa del vecino
invade mi propiedad, que me chocaron la moto en el estacionamiento del
supermercado o que me robaron el reloj. No es admisible, que transcurra
más que los minutos que conlleva la denuncia policial y la puesta en
conocimiento de la misma al Juez, sin que el sistema de justicia de respuesta
ante la denuncia de haber sido violada desde los nueves años, tener tres hijos
producto de esa violación, dos de las cuales hoy también son abusada por parte
del mismo agresor.
Y ésta inadmisibilidad no es de corte
moral ni ético, es de naturaleza jurídica. El sistema de justicia no está
cumpliendo con su obligación, pues no brinda respuesta inmediata, oportuna,
idónea ni exhaustiva.
Muchos días antes que ésta mujer
asfixiara hasta darle muerte al niño, el sistema debió intervenir.
Ella, como las miles de mujeres que
acuden al sistema a solicitar garantías a su vida y seguridad en el marco de
situaciones de violencia y abuso intrafamiliar, quedó en una situación de aún
mayor vulnerabilidad. Nunca debió el sistema dejarla sola frente al violador y
sus amenazas, con la brutal diferencia que implicaba para ambos, que ella
hubiera roto el silencio y denunciara los hechos que se consumaron durante más
de una década. Se la dejo sola. Una vez más.
Con seguridad y mucho antes, ya la
habían dejado sola. Cuando el sistema educativo es omiso en advertir las señales
claras de abuso sexual en una niña de nueve años de edad, la deja sola. Cuando
el sistema de salud atiende dos partos de una adolecente violada por su
padrastro y no advierte el abuso, la deja sola. Cuando una familia y una
comunidad silencia e invisibiliza lo evidente, también la deja
sola.
Las mujeres conocen esa soledad y las
múltiples formas de complicidad con el horror que asumen quienes las
rodean.
Lo que las mujeres no conocen, es la
capacidad del sistema de justicia de darles muerte mediante una condena. Igual
que todos los titulares de los diarios, ella fue para la causa, aquella joven
mujer de veintiún años que asfixió hasta darle muerte a su pequeño hijo de tres
años. En esa calidad de madre homicida, provocó que el Juez se constituyera
inmediatamente en su precario hogar, ordenara su detención y horas después la
procesara por el delito de homicidio especialmente agravado.
Lo que ella no logró, fue que ese
Juez, unos días antes y en ocasión de haberle denunciado su situación, la
considerara una mujer en situación de vulneración de derechos humanos, y actuara
con inmediatez e idoneidad para brindarle protección a ella y sus
hijos.
Lo que ella no logró constituye un
enorme fracaso colectivo para quienes desde las organizaciones de derechos
humanos desarrollan estrategias de incidencia, de denuncia internacional, de
movilizaciones y de litigios estratégicos, para lograr que el sistema de
justicia responda como corresponde.
Con seguridad, éstas líneas no
conmocionen a nadie. En éste país, esa sensación sólo la logran de manera
pasajera los grandes titulares como los que se utilizaron para dar a conocer la
noticia sobre que una joven madre fue encarcelada porque mató a su pequeño
hijo.
Y yo, que ando convencida que el
sistema mata, me lamento que no lo podamos encarcelar.
Marina Morelli
Núñez
Esta bien replicar, pero siempre es buena cosa citar la fuente y no cambiar las imágenes utilizadas originalmente por la autora.
ResponderEliminarhttp://marina-morelli.blogspot.com/2014/07/el-sistema-tambien-mata.html