El último día aprovechamos a conocer el río Parapety, bien de cerquita. Un río ancho aunque en esta época con muy poca agua. Nos paramos un rato a contemplar esa maravilla, el murmullo del agua, los pájaros, los chanchitos comiendo, la cordillera atrás. Un gran regalo para agradecer.
Después vino la procesión, luego el almuerzo compartido con la familia de Heber, y acto seguido el partido de fútbol oficial entre las dos comunidades. En el entre tiempo nos fuimos con Numi a buscar agua caliente para el mate, y nos quedamos viendo a la mamá de Heber cocinar los pancitos en el horno de barro. Que rapidez y que agilidad para manejar tantas bandejas de pan. Nos pudo el olorcito y comimos algunos bien calentitos.
Hablamos mucho con ella de las visitas de Nacho y María a ese lugar, la mucha falta que le hacían. Nos trajo una cantidad de fotos y comparamos el ayer y el hoy y vimos que sólo las caras habían cambiado. Nos despedimos con promesas llevar los abrazos y compramos pan para el camino.
El regreso fue muy muy frío, en la caja de la camioneta, junto a otros amigos paraguayos nos congelamos. Pero de las despedidas guardamos un poco de fueguito en nuestras vasijas de barro del corazón.
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