jueves, 17 de julio de 2014

Somos tierra Buena, con trigo y cizaña...

 Hay una tendencia humana, reafirmada por los grandes intereses que están detrás de los medios de comunicación: en separar a los seres humanos entre los buenos y los malos. Y que muchas veces también en lo personal nos consideramos: personas buenas o malas. Antiguamente la razón principal de ubicación en uno u otro grupo era de «casta», es decir que la explicación de que una persona fuera buena o mala era según la familia en la que había sido educado: «de tal palo tal astilla». Sin duda que esa ideología favorecía muchísimo a los con cierto poder y rotulaba negativamente a los hijos de familias con ciertas pobrezas visibles.


Hoy en día ponemos más el acento en lo individual: hay personas  a las que se les ha dado todo y no lo han sabido aprovechar y otras que de la nada con mucho esfuerzo han logrado mucho. En este pensamiento «todo depende de cada uno de nosotros» y es juzgado con la misma moral el que recibió uno que el que recibió diez. Y como estamos en una cultura capitalista, a la persona se la evalúa no tanto por cómo le ha ido en sus relaciones familiares, lo que puede ser justificable si actuó mal, siempre que económicamente haya «progresado». El bueno es el que logró acumular bienes materiales, sin importar los medios y que costo pagó.
En tiempos de Jesús también era muy marcada la separación entre considerados buenos y malos e incluso entre puros e impuros. La religión fomentaba ésta división. Sin embargo Jesús con una parábola sencilla y entendible, nos presenta a la humanidad como una sola especie. «El reino de los cielos»… el ser humano sus relaciones, recibió una buena semilla de su dueño, y éste se fue. Pero mientras todos dormían vino el maligno y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. Cuando creció el trigo también apareció la cizaña. Los servidores del dueño le cuestionaron: -¿Tú no habías sembrado una buena semilla en tu campo? y él respondió: aquí intervino un maligno. Los servidores se ofrecieron para arrancar la gramilla. No respondió el dueño, porque al arrancar la cizaña se corre el riesgo de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha y ahí si quemaremos la cizaña y recogeremos el trigo… Después agrega el valor de las pequeñas semillas sembradas que con el tiempo se pueden trasformar en grandes árboles al servicio de muchos. Y también narró como un poquito de levadura era capaz de trasformar toda la masa… (Mateo 13, 24 - 43)
Entendemos que Dios creó a todo ser humano a imagen y semejanza, lo creó Bueno. Regalándole algo fundamental que llamamos «libertad». Y esto da el poder al ser humano de «decidir» sobre sí mismo y sobre otros, regando el trigo o la cizaña. Como estamos habitando la misma «tierra» las decisiones de unos repercuten en los demás. Somos seres plenamente relacionados entre sí, y con la naturaleza y el tiempo. Por lo tanto toda actitud buena realizada con amor se expande por el universo haciendo bien. Y quizás la semilla oculta bajo tierra o la levadura que parece insignificante, lo que no se ve y lo pequeño se pueden trasformar en lo fundamental en algo que transforma toda la masa. 

Siendo parte esencial de la espiritualidad cristiana «el reconocimiento del pecado y el perdón, con enmienda en lo posible». Esto nos da esperanza y posibilidad hasta el final de esta vida. Complementado con la parábola de los talentos «a quien más se le dio más se le pedirá, porque el bien no está en acumular y guardarse, sino en repartir y gastarse… Teniendo claro que no hay persona sin trigo, ni persona sin cizaña, todos con más o menos libertad de regar el bien o el mal, tanto en nuestro interior como en las relaciones con los demás. 
Nacho

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