En auto, camioneta y ómnibus, 15 colibríes desde Montevideo, desafiamos el mal tiempo y al mediodía del sábado estábamos en la “Laguna”. De inmediato los abrazos con el “comité de recepción”: Nacho, Romina, Valdir, Heber y sus señoras y quizá otros, que con tanto amor y entusiasmo acondicionaron la “casa de las hermanas” y tenían pronta una suculenta mesa, que bendecida por Diego supimos devorar. Todo alegría, unión, confraternidad y Jesús entre nosotros. Del madrugón, el viaje, la lluvia, el viento nadie se acordó. Y a las 16 horas en la Capilla, con los laguneros de todo el año, reflexionamos la palabra de Jesús y compartimos el banquete eucarístico. Que lindo. Tanta espontaneidad y tanta sencillez. La misma que nos refería el Evangelio: “Jesús revela su grandeza en las cosas sencillas” Y nos quiere como personas sencillas y con actitudes sencillas. El abrazo sincero, escuchar, comprender al otro, compartir, la mano solidaria, entre otras, son parte de esa sencillez que debemos cultivar.
Apreciando las bondades de la naturaleza de la Laguna Merín, regalo de Dios, junto a la calidez de su comunidad: ¡que sencillo y que grande! Quizá por eso tantos y de tantos lugares nos identifiquemos y sintamos parte de ella.
Víctor Koleszar
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