Ocurrió en un pueblo chico del interior de nuestro país, donde los niños de
todas las clases sociales iban a misma escuela y también
eran velados en la única funeraria y enterrados en el
mismo cementerio.
Casualmente dos señoras que cuando fueron niñas
habían sido compañeras de clase en la primaria, ya siendo
ancianas las dos fallecieron el mismo día. La sala velatorio tenía dos servicios: uno de primera y otro
económico. En el que daba a la calle principal era velada la señora Tacherh, y
en el del fondo era despedida por sus familiares y amigos Doña Matilde.
El único curita del pueblo fue invitado a acompañar la oración por el duelo
de ambas familias. Este se preparó para dar un buen
sermón, aprovechando que se iba a encontrar con gente que no iba a la Iglesia.
Con la sotana impecable caminaba las dos cuadras que
separaban la parroquia de la funeraria y se le vino una
pregunta que le quitó la calma: ¿En cuál de los dos velorios rezaría primero? El bien sabía que en
pueblo chico todo se comenta y no quería tener preferencia ni con la doña ni con
la señora. Invocó al Espíritu Santo y a sus santos que
siempre le daban una mano y se le ocurrió dar una vueltita por los velorios,
saludar a los familiares y ver en cuál de ellos sacaban
el cuerpo primero ya que en el único cementerio los empleados municipales
pedían que los difuntos llegaran por lo menos con media hora de diferencia para
atenderlos mejor en la sepultura. Recordemos que en esos tiempos los nichos eran
un pozo en la tierra que tenía que ser tapado.
El dueño de la funeraria lo recibe contento a Mario el cura y le da otra
buena noticia que le soluciona su problema: que uno de los velorios se
extendería un poco más porque familiares venían de lejos, además de que había un
solo carro fúnebre.
Solucionado el problema y como en los pueblos chicos una de las cosas que
abunda es el tiempo, el curita serenamente decidió saludar a los familiares de
uno y otro velatorio dándoles la buena noticia a ambos que los podría acompañar
hasta el cementerio a dar el último adiós.
Los velorios tienen esas cosas lindas: se
reencuentran personas que hace tiempo que no se ven e
incluso a veces se liman algunas diferencias que habían entre parientes o
vecinos. También a veces hay otros donde las peleas por las herencias, o las
acusaciones de culpas hacen de los velorios un campo de batalla, pero en ninguno
de estos dos casos ocurrió esto.
Mario pudo compartir un cafecito con los dos grupos de dolientes, que como
ambas mujeres eran viejitas todos estaban en un clima sereno. No faltando algún
personaje del pueblo que con un poco de locura y algunas copas de más siempre
acompaña todos los velorios. Y este recibió al cura diciendo:
– Así es la vida
padre a todos nos llega la hora, agregando: era tan
buena, la vamos a extrañar. Hasta ahí todo era normal, lo curioso de aquel día
fue una pregunta que hace el personaje nombrado:
- Dígame
usted que dice saber más sobre las cosas de Dios: ¿Estas
dos mujeres van para el mismo lugar?
Si bien habían ido a la misma escuela e
irían al mismo cementerio, en la vida habían andado por caminos muy diferentes.
La señora había recorrido el mundo en barcos a vapor turísticos de aquella
época, mientras que la Doña había transitado más bien en
la vuelta de la cocina de su casa y la del patrón, con algún viajecito ya siendo
mayor a la ciudad llevada por uno de los tantos nietos.
Otra vez el curita tuvo que invocar el Espíritu
Santo y a todos los santos para responder a la pregunta que había despertado
curiosidad de todos los presentes, que en silencio con los ojos fijos en el
hombre de sotana negra esperaban una respuesta. A Martín
se le destrabó la lengua y comenzó diciendo:
– Sólo sé que seremos juzgados en el
amor entregado, sólo sé que mi
Maestro Jesús me ha enseñado a no juzgar a nadie ya que solo Dios conoce las
intenciones del corazón de cada uno, solo sé que alguien
que llega al final de esta vida con las manos gastadas en
el servicio a los demás, es una persona que amó mucho y
el Amor entregado es lo que cuenta en haber vivido y en el final… (Juan 3,
16-18)
Nacho
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