Cuando terminò el dìa, era inevitable que apareciera otra vez la imagen de la
abuela… Al fin y al cabo, creo que todos quienes tenemos una parte de ella,
sabemos que en nuestra pasión por el fútbol ella tiene mucho que ver…
Cuando arranquè la mañana, recibì un mensaje de una amiga que, entre risas,
me preguntaba: “¿Viste el cielo? ¿No será una señal?” Y aunque estaba frìo,
saltè de la cama para confirmar por la ventana un celeste perfecto… No había
duda, era un buen comienzo…
Luego de desayunar con mi madre y aprontar el mate, salì de casa rumbo a la
cárcel departamental, donde, como en muchos lugares del país, como se acostumbra
todos los 19 de junio (dìa del cumpleaños de Artigas), también ahì se “juraba la
bandera”… Nos encontramos en el patio, profesores y estudiantes, comentando ya
las sensaciones y los supuestos para el partido de la tarde, compartiendo mates
y nervios… Cantamos juntos el himno, con entusiasmo y alegría; escuchamos a
Alejandro, leer unas palabras de reflexión sobre la bandera y sobre todas las
otras cosas que nos representan… Las últimas palabras del texto decían que, si
bien hay muchas cosas que pueden separarnos y diferenciarnos, hay muchas otras
que nos unen; y todos nos miramos, pienso yo que sabiendo lo que dentro de esas
paredes podían significar esas palabras… Luego de un instante, de forma
sorpresiva y espontànea, se escuchò el grito de “Uruguay nomà!”, y asì se marcò
el fin del protocolo y el comienzo de un último rato de mates al sol…
Al mediodía, junto con papà y la familia, almorzamos una carne al horno con
papas y boniatos; plato clásico, y que presentì no era casualidad, como parte
de este dìa, donde la emoción continuaba siendo mucha… y se sumaba, que en unas
horas jugaba la celeste…
Y llegó la hora del partido… No se escuchaba un alma en la calle; todo el
barrio, como todos los barrios, aguardaba en silencio las estrofas del himno
uruguayo… Por la mañana sonò en plazas y escuelas, ahora, en un estadio… Cada
vez que juega Uruguay siento la certeza absoluta de que todo es posible;
confirmo cuàn tercos somos para perder la esperanza, y, aunque sepa que el
partido viene bravo, experimento la alegría de saber que cuando es asì, es
cuando màs se la va a pelear… Y asì fue… Y el trabajo en equipo y el compromiso
y el esfuerzo, dio sus frutos… Y como en una buena historia, como en una antigua
parábola, otra vez un partido de fútbol mostrándonos cosas, enseñándonos de
lucha y empeño y optimismo…
Cuando terminò el dìa y nos fuimos a dormir, comentando aquellas jugadas,
repasando las emociones y lo maravilloso del resultado, me vinieron al recuerdo
otra vez aquellas palabras finales de Alejandro: hay muchas cosas que pueden
alejarnos y hacernos diferentes… pero siempre hay muchas otras que nos unen…
Y al final era cierto, el celeste por la ventana era una buena señal… Porque
creo que aquí en Uruguay, ese es el color de la esperanza…
Florencia
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