viernes, 20 de junio de 2014

Nuestras comidas son la verdad de nuestra espiritualidad

Una de las primeras cosas que cuidan las selecciones de Fútbol cuando han llegado al mundial es “la comida”. Un equipo de cocinero profesional con dietistas y encargados de hacer las compras forma un verdadero equipo al servicio de cada jugador para que alcance su mayor rendimiento.
Por otro lado se dice que una de las “epidemias mayores culturales” se contagia a través de la colonización impuesto por internet y los medios de comunicación.
La cumbre de los Países emergentes con el  lema del “Buen Vivir” escuchó aportes de culturas milenarias indígenas de nuestro continente. Para ellos algo fundamental es “el comer bien”.
Por lo tanto en todos los ámbitos de la existencia humana “el tipo de alimentación tanto para el cuerpo, como para la mente y el espíritu son determinantes en lo que vamos eligiendo ser.
En la espiritualidad Cristiana Jesús mismo se presenta “como el alimento de Vida”. Sin olvidar ni excluir sus distintos modos de presencia como lo son los más empobrecidos, los tenidos por último, la palabra bíblica, aquí en el texto de hoy pone el acento de su presencia en el pan y vino consagrado: su presencia eucarística. (Juan 6, 51-58)
Recordemos que Él mismo celebró la primera misa y dejó a los presentes  este mandato, haciendo nueva la celebración Pascual. Se mantuvo el sentido de liberación, pero a partir de ahora el cordero que alimenta es el mismo Cristo, con su cuerpo y su sangre a través del pan y el vino consagrado.
Nuestra misa, como toda comida o rito religioso ha sufrido “cambios” según los procesos históricos y culturales. Hay “cocineros”, encargados de preparar la comida, de presidir la eucaristía que han sido más estrictos  con las normas. Otros han dado pasos de inculturación al grupo humano que celebra y al lugar. Unos y otros han tenido aciertos y errores (también horrores). Acentos que fueron aprobados o condenados en determinadas épocas después han sido cambiados. Dos cosas importantes que tiene nuestra Iglesia es la palabra bíblica que nos cuenta como celebró Jesús y después el magisterio común de la Iglesia que busca la unidad.
Quizás una escucha que pocas veces hacemos es escuchar  “las causas de porque mucha gente deja de venir a misa” y “que piensan los que participan de cómo estamos celebrando”. Seguro habrá distintas opiniones, según gustos, necesidades, formación y culturas. Algo que personalmente siempre decimos cuando alguien dice que “le gus o no le gustó” la misa, siempre invitamos a preguntarnos si ¿nos acercamos o nos alejamos de la misa celebrada por Jesús?, ¿si nos encontramos con Él y con los demás celebrantes?
Son tiempos de mucha búsqueda Espiritual, hay hambre de algo que trascienda, hay deseo de una vida mejor. ¿Qué ofrecen nuestras misas? ¿Para quiénes es la oferta? ¿Para quién se entregó  Jesús?
Hay muchas cosas que van cambiando, una de ellas es que lugar tiene la “comida” en nuestras relaciones humanas.  El asado o las pastas en familia y con amigos el fin de semana, y el comer juntos en la misma mesa, para muchos es una añoranza o excepción. El cocinar en casa ha dejado un lugar, para unos cuantos, a comer fuera con diversidad de propuestas  para todos los gustos. ¿Somos más felices? ¿Nos encontramos más en profundidad?
 
Por otra parte hay mayor sentimiento de soledad, con participación de eventos multitudinarios. También en lo espiritual hay propuestas individualistas y masificadoras. Con el elemento esencial “del tiempo”.  Donde muchos se sienten con poco tiempo, encuentran ofertas de soluciones “inmediatas”.
 Por acá seguimos apostando al Dios que se manifiesta “en el tiempo, en donde dos, tres o más están reunidos en su nombre”. Un Dios que hace procesos con la humanidad, sin exclusión, que se encarna  y nos libera. Creemos que las verdaderas  espiritualidades apuntan al  amor a la vida, la sobriedad de vivir, la sencillez, la solidaridad y la fraternidad. Por lo tanto quien está en un camino espiritual real, es una persona vacunada contra el consumismo depredador y excluyente. ¿Dime cuánto y qué necesitas para vivir y te diré en que Dios crees? decía un viejo sabio.
Nacho

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