lunes, 23 de junio de 2014

Encuentro en “el pastito” Junio 2014

         
A nuestros encuentros solemos llamarlos “colibrí”, cariñosamente, pero haciendo memoria me doy cuenta de que esos encuentros siempre tienen nombres propios, se llaman: estuvo María, Dora, Rossina, Calixto; nos juntamos con Juan Pablo, Nacho, Erik; esa vuelta estuvieron Nelda y Hugo, Paola, Dani, Víctor, y así. 
A la vez, siempre nos encontramos en un espacio que permanece abierto, ¿cómo explicar eso?, veamos. Se me ocurre tomar una expresión del Nacho en el encuentro del Casabo (Montevideo) por el mes de Junio de este año, como dijo Nacho: Hay una corriente, como un gran rio en nuestro continente, de pueblos que siguen trabajando su liberación. Creo que el espacio que permanece abierto y en el cual se encuentran los colibríes, es un espacio de liberación, una liberación que transita siglos, que es mucho más grande que una persona y más grande que una generación, su tamaño a veces dificulta verla por una cuestión de escalas, pero está ahí.
Por estos rumbos transitó nuestro último encuentro, el del Casabo, donde estuvo Florencia, Gonzalo, Dardo, Karen, cuando nos juntamos con las dos Martas, Erik, Silvina, David y otros cuantos más. Salieron esas cosas en lo que se habló y en lo que no se dijo también estuvieron presentes esos temas. Pueblos que transitan una liberación tal. El río es grande y parece quieto, pero no lo está, se mueve a través de los siglos y mientras que en nuestro mundo se ofrecen muchas copas distintas, sin embargo también está la copa de aquel río generoso para el que siga con sed.
Por esos rumbos anduvimos en nuestro encuentro. Algunos llegaron temprano, otros llegamos más tarde pero no hay temprano ni tarde para llegar a un espacio que permanece abierto, y no recibe menos el que trabajó una hora que aquel que lo hizo toda la jornada cuando el que da el salario es generoso. Así que todos recibimos el abrazo de los demás y el cariño, aun de los que se encuentran lejos, mencionados acaso en la narración y la mueca de alguno. Tanta gente recordada en el brillo de los ojos de quien los nombra.

A nuestros encuentros solemos llamarlos “de los colibríes”, cariñosamente, y siempre mencionamos personas particulares, con rostros muy diversos. En nuestras charlas siempre están presentes muchos pueblos distintos y el nuestro propio. Gente que miró el mismo cielo, con las mismas estrellas, para imaginarse en ellas figuras distintas: mujer, hombre, animales, utensilios, herramientas, arte dibujado en el azul profundo de la noche,  si bien cada pueblo unió puntos en el cielo para formar figuras diversas, sin embargo, todos los pueblos se imaginaron a sí mismos libres y  felices. Cuando un pueblo sueña un tiempo mejor lo forja, ya que el tiempo se vuelve su amigo, así como la historia, la misma historia que ve surgir y desaparecer tantas cosas, sin embargo nunca vio desaparecer las mejores esperanzas y el deseo de ser libres de cualquier yugo, libres de cualquier intento de uniformidad, de cualquier ecuación económica y
del deseo de proyectos obtusos y caprichosos El amor y la esperanza son cosas discretas pero están acá siempre. Ahí está el río con todos sus peces, orillas y pájaros, también con sus colibríes.
La esperanza más tenue, aquella que es como una caña cascada a punto de quebrarse, sin embargo se hace fuerte cuando tiene presente la vida, porque la vida es algo muy grande. La esperanza no se puede medir, como tampoco la fe y el amor, pero mientras pasa el tiempo se puede aprender a ver y a sentir con cada átomo del cuerpo. Ver los pequeños intentos que se unen para soñarnos juntos y libres. Sabernos en eso, sin que nadie quede solo, desamparado de su derecho. Compartir la suerte del más pequeño, siempre es un acto de sensatez, alentar la esperanza más frágil, aquella que es como una mecha a punto de apagarse, eso es lo que hace el colibrí cuando revolotea de forma tan discreta y graciosa.

Abrazo grande  Roberto  

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