Recuerdo que cuando éramos niños, una de las cosas que les
criticábamos a las “doñas del barrio” era que comentaban vida y obra de
los vecinos. Hoy en día ya un poco más crecido y
trabajando en la comunicación veo que “ya no es cosa de las doñas del barrio”,
más bien hoy en día se sabe y se comenta la vida
y las obras de los políticos, de los deportistas, de los personajes de novela…
Incluso a veces se comercializa con las novedades de las intimidades de las
personas.
Cuando nos encontramos con la persona de Jesús a través de los relatos bíblicos, nos sorprende su
humanidad. En aquellos tiempos él les pregunta a sus amigos ¿Quién dice la gente que soy
yo? Y después de escuchar las distintas opiniones relacionadas con antiguos
profetas, hace una nueva pregunta: Y ustedes ¿Quién dicen que soy? Pedro responde que lo consideraba
el Mesías. Jesús resalta que esta es la respuesta acertada, que es revelada a
quien Dios ha elegido. Y ahí mismo lo nombra “piedra” de inicio y unidad de
nuestra Iglesia. Con el don de atar o desatar en esa relación entre la realidad
de la tierra y el más allá del cielo. (Mateo 16,13-19)
En tiempos actuales donde “comentamos más la vida y el obrar de las personas más públicas”, muchas
veces hay menos tiempo e interés para saber de nuestros cercanos e incluso para
conocernos a nosotros mismos.
La invitación de Jesús siempre tiene ese norte de centrar
nuestro Amor en Dios y el prójimo- próximo. Es el camino de humanizarnos que
él nos propone. Justamente lo contrario nos
quiere imponer la cultura consumista: consumir ídolos, encuentros
multitudinarios, consumir viajes, y consumir cosas… quitándonos el aprecio y el
valor por lo cotidiano, por el encuentro con el vecino. En definitiva no hay
verdadera meditación, verdadero encuentro consigo mismo si no hay encuentro con
la realidad cercana que nos rodea. Hay mucha gente más enriquecida de conocimientos pero no siempre
coincide el saber racional con el saber existencial. De qué sirve recorrer el mundo entero si no sé para qué y para
quién existo.
Jesús con su vida y sus palabras siempre nos tiende una
mano a la edad y en el lugar que estemos. Y nos propone pasos concretos por el
camino que ya El recorrió. Al entrar el invierno en nuestro hemisferio y en el
verano en el otro nos puede ayudar a tomarnos un tiempo con amigos y personal
para “hablar de nosotros mismos”. Que sin duda “las doñas” nos pueden aportar un
elemento importante:
¿Qué está ocurriendo a nuestro alrededor y a nuestros
prójimos?
Porque también somos nuestro entorno.
Sumado a las preguntas que el
mismo Jesús se hizo
¿Qué dice la gente de cada
uno de nosotros?
y que decimos los que vivimos bajo el mismo techo,
los
compañeros de trabajo, los que nos llamamos compañeros o amigos
¿qué decimos
unos de otros?...
Y sumando todo
¿Qué digo yo
mismo de mí, la vida que estoy viviendo,
de la
persona que estoy siendo?
Porque en definitiva solo se puede amar en profundidad
desde esos dos centros que se unen en nuestro interioridad en la interioridad
del otro que son la las presencias más reales
del amor, de Dios.
Sabiendo que toda estructura humana en todo los tiempos y
culturas adquiere un modo de organización, somos invitados a sentirnos parte y
constructores de esta Iglesia al servicio de toda la sociedad que tiene como
punto de unida a Pedro y sus sucesores, con todo lo que ha ido cambiando y todo
lo que nos queda por cambiar en esta familia. Especialmente no dejando a las
mujeres solamente en la figura de María en el
cielo, en oraciones o imágenes, sino dejando el lugar para las mujeres así como
las creó Dios y se relacionó Jesús, en términos de igualdad con distintos dones
y ministerios. Está en nosotros dar pasos de
atar o desatar... asumiendo las consecuencias de nuestros actos.
Nacho
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