Recuerdo que una vez acompañaba a un abuelo en la búsqueda de su caballo.
Seguimos sus huellas desde la misma tarde en que nos enteramos que escapó. Él
decía que al primer viento las huellas de un caballo sin monta desaparecen. Al
llegar a un cruce de camino se sobreponían muchas pisadas. El abuelo me enseñó
que las huellas con monta, eran profundas y permanecían incluso con lluvia y
viento en el tiempo...
Hace más de 25 años que el Padre Javier anduvo por nuestras calles y
caminos. Sus huellas han permanecido en el tiempo. Según aprendí de los indígenas,
este hombre lleva a alguien más con Él. Hay cristianos, e incluso sacerdotes
que realizan su voluntad, son como caballo sin monta: al primer viento solo
queda alguna piedra que dejan puesta. Los cristianos amigos de Jesús, son
amigos de la gente. De los cercanos y de los lejanos. Dejan una huella tan
honda que el tiempo no la borra así nomás de champion y de baquero,
compartiendo el dolor, la fiesta, poniendo esperanza mate por medio, desde el evangelio.
En estos días de visita, en misas y mesas, grandes y chicas, se encuentra
la diversidad. Porque un caballo con buen jinete es capaz de llegar a lo alto o
relacionarse con los del valle. Sin duda que su sencillez lo asemeja más al
vecino de a pie, pero no le faltan: escucha ni palabra para el de un buen auto.
Si bien puede conformarse con pan y queso, acepta con gusto compartir una mesa
con mantel blanco. Hombre de encuentro, que se escapa cada día para un
encuentro personal con su jinete. Y eso es lo que hace y dice: propone la vida
en común, con una amistad profunda con Jesús.
Nacho
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