El ser humano con cierta
normalidad se agrupa en diferentes grupos. Se une como familia, con amigos, se
organiza políticamente, en lo deportivo, en lo laboral y en lo religioso. Hay
tres actitudes bien diferenciadas en cuanto al sentir de los grupos y de sus
integrantes. Una es “la sectaria”, creerse que solo “lo suyo” es válido, lo que
lo lleva a un encierro en sí mismo y un enfrentamiento con todo lo demás. Si
bien la actitud “colonizadora” tiene el mismo sentir de “creer válido solo lo
suyo”, le agrega el esfuerzo por “conquistar”, sin importar los medios e
incluso de manera impositiva, se quiere aumentar el grupo. Y la tercera actitud
es la de “sentirse una parte del todo”, profundizando amando a su propio grupo,
con una actitud de respeto y colaboración con los otros grupos.
En la palabra bíblica de este fin de semana “partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer Cananea, lo reconoce como Señor y le pide la curación de su hija. Jesús hizo silencio continuando su camino. Sus discípulos tuvieron que interceder para que atendiera la mujer. A lo cual él respondió con el objetivo de su misión: he venido para juntar a mi pueblo en nuestra religión. La mujer lo sorprende pidiéndole aunque sea unas “migajas”. Y Jesús reconoce la fe de esta mujer y le cumple su deseo. (Mateo 15- 21 28).
En la narración bíblica de hoy queda claro que para que Jesús ayude a esta mujer de otra cultura, de otra religión, no es necesaria la conversión ni la integración a la religión judía. La fe de las personas va más allá de las culturas y religiones.
El cristianismo nos impulsa a estar atentos y abiertos a los diferentes, respetando sus creencias y modos culturales, estando dispuestos a aprender de ellos y servirlos. Jesús valoró la fe de esta mujer y la sirvió. Valoremos la fe distinta de otros y unámonos para servir a los que están pasándolo mal.
Nacho
No hay comentarios:
Publicar un comentario