Cuentan los abuelos indígenas, que hace un tiempo, su
comunidad decidió integrar al grupo de consejo a un hombre blanco. Con el tiempo
han evaluado como muy positivo el aporte de esta persona distinta. Fue un sumar
saberes. Pero lo novedoso de este proceso es ¿Cómo eligieron al
extranjero?
Cuentan los abuelos que una de las mujeres “soñó” que era
bueno integrar a la mesa de decisiones a un hombre venido del mundo con el cual
estaban enfrentados. Sabían que el camino de supervivencia era el diálogo y la integración. Hacía un buen tiempo que se habían acercado a colaborar
extranjeros de distintas nacionalidades europeas e incluso alguno hijo de las
familias en el gobierno del país que decían que los “indígenas eran un obstáculo
para el progreso”.
Cuentan los abuelos que la elección del hombre blanco para
integrar el consejo de ancianos no fue nada fácil. No todos tenían el mismo
parecer. Si bien el sueño de una mujer es considerado como “voz de los buenos
espíritus”, los indígenas al ser amigos del
tiempo, se tomaron su tiempo para la decisión. Cuentan que después de unas
cuantas lunas, había seleccionado a tres extranjeros, del cual había que elegir
uno.
Cuentan los abuelos que fue el anciano mayor el que
propuso una pregunta decisiva para la elección. Fue una tarde de sol donde todos
sabían que al regresar de sus trabajos habría asamblea comunitaria para informar
y decidir sobre lo común a todos. Después que estaban todos. Después de las
primeras intervenciones que consistían en relatos de hechos pasados. La memoria
histórica siempre se retoma en cada asamblea para seguir adelante alimentado por
las raíces culturales. Si bien son los varones los que tenían la palabra en las
asambleas, su primeras asesoras habían sido sus madres, y esposas.
Cuentan los abuelos que antes de ocultarse el sol, el
anciano mayor les dirigió la palabra a los tres
hombres blancos que estaban en su examen final. El abuelo Gabriel invitó a que hablaran sobre “el sufrimiento”. Uno no supo
que decir y teorizó el relato. Otro habló sobre el sufrimiento de los pueblos indígenas. Y el
tercero compartió su sufrimiento por la realidad que estaba aconteciendo. El
último fue elegido por unanimidad por todos los
ancianos con la aprobación de toda la asamblea.
En el relato bíblico de este fin de semana Jesús anuncia
que:
“debía ir a Jerusalén y sufrir mucho,
de parte de los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas,
que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer
día”…
También nos dice:
“El que quiera seguirme
que renuncie a sí mismo,
cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera
salvar su vida la perderá,
y el que pierda su vida por causa de mí, la encontrara…”
(Mateo 16, 21-27)
Todos estamos dispuestos a gastar la vida por aquello que
amamos. Quien ama el dinero invierte un buen tiempo para obtenerlo y el dinero
es lo que define la decisión de trabajo, lugar, e incluso relaciones humanas.
Quien está centrado en sí mismo, todo lo discierne según sus gustos, deseos y
conveniencias. Quien se encarna en una realidad, la ama, la disfruta y la sufre,
está dispuesto a dar la vida por ella. Esto es
el contenido central de algunas ideologías y espiritualidades.
La verdad es que “por lo que sufro es lo que realmente
amo”. Jesús nos ama porque sufrió, sufre por cada uno. Dios su vida por
nosotros. Resucitó para abrirnos un nuevo horizonte de perderle el miedo a la
muerte. Invitándonos a seguir su camino de libertad ante las cosas materiales,
descentrados de nuestro ego, enamorados de los prójimos, de Juan Pueblo donde
Él está presente. Teniendo claro que el
sufrimiento es parte del ser humano, y según por
lo que sufrimos, nos revela cual, quien, o quienes son nuestro tesoro. Lo que
amamos es lo damos lugar en nuestro interior. Por eso a nuestra muerte algunos
tienen un corazón de plata u oro. Otros han
dilatado su corazón haciéndolo capaz de amar a
una o a dos personas. Y otros murieron o fueron
asesinados y en el encuentro con Dios su corazón
estaba lleno de nombres. Entre ellos muchos nombres no nombrados o mal
nombrados por los que parecen ganadores en este mundo...
Nacho
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