miércoles, 23 de enero de 2013

“Encuentro en laguna Merín 2013” (Algunos comentarios no más)

 Nos fuimos de Laguna Merín el Domingo 20 por la mañana; nos cantaron chau chau  chau chau, adiós que te valla bien...  así como pasaba cada vez que alguien se marchaba.

En la estación de servicio de Río Branco nos encontramos a Nacho, Romina y otros amigos,  para ellos no hubo tiempo hasta el lunes, ya el Domingo tenían que viajar al campo y comenzar la semana. Mientras cargábamos nafta (Romina nos asustó al sorprendernos asomándose con un grito por la ventana del auto, Maia y yo casi morimos en el acto de un infarto, Chocho no, porque la vio venir por el retrovisor).

Arrancamos para Montevideo, le erramos a la ruta y en vez de ir por Treinta y Tres, fuimos para Melo, estábamos en otra, y somos limitados, o los tres chiflados, no lo sé... El viaje se hizo más largo pero no nos importó y pudimos charlar mucho... En el camino éramos como  la versión opuesta de los discípulos de Emaus... Aquellos estaban tristes.
Nos trajimos todos los abrazos puestos, son las provisiones de la mochila, ahí estarán para recrearlos nuevos cada día.
 Adentro de  estos encuentros hay muchos encuentros: con el otro, con todos, con uno mismo, la naturaleza, aún con Dios... Esto no sucede solo acá, pero al estar más atentos, el ojo ilumina lo que hay. Se puede ver lo nuevo y lo que traemos. En nuestro paisaje  interior se nos alborotan un poco los pájaros y todos los animalitos, quieren correr libres y se nos amontonas en algunos corrales que pusimos en el campo, tal vez por distracción, miedo, buscando alguna seguridad... quién sabe...
El vicherío quiere correr al encuentro de los otros y se nos apretuja en la tranquera... y en medio de la fiesta  bajamos la guardia, y salen todos corriendo volando, reptando...El águila recuerda que no era una gallina...  
Nos empezamos a mostrar como somos, porque no estamos compitiendo para un puesto, o algún tipo de dignidad que se otorgue. Dejamos ver lo que traemos en nuestro paisaje porque no queremos ser perfectos  para el aplauso, queremos que el Amor sea perfecto para ser felices con los demás.

La fe es un modo de relacionarnos y de crear lo nuevo: así,  el paralítico puede creer que un judío de Galilea es el Mesías que lo puede salvar y perdonar; luego sucede, pero sería poco si cuando marcha con su camilla al hombro no creyera que sus hermanos pueden contener la maravilla, la belleza y algo bueno. Creer que el otro es una un milagro ayuda a que los milagros sucedan, es diferente a creer que el otro tiene la medida de nuestros prejuicios... (El mar no entra en un balde, no hay caso).
Cuando el ojo deja de ser tiniebla no puede ser más que luz para ver al que tenemos en frente. Y también Aquél que siempre está de la  forma más adecuada y del modo más tierno y amoroso.

Hoy ya es lunes, anda cada cual en sus asuntos, el encuentro terminó, pero al menos por hoy cualquier playa es para nosotros la laguna merín, así como el sol y las nubes son las de allá y todas las capillas son aquella capilla... Porque el encuentro no se termina cuando nos fuimos, se va terminando de a poco y en la transición van surgiendo rostros y fotos de más lugares, donde también está presente aquello que el Galileo solía llamar “El Reino de Dios”.
De a poco transitamos de los rostros de allá a los del presente, de las palabras y los gestos del encuentro a los de hoy. Sin embargo nos queda la sensación de que nos conocemos hace años, con gente que estuvimos una semana o menos y sentimos que se creó un tejido que va mucho más allá de la laguna merín... Y tenemos el coraje de creer que lo que vivimos puede recrearse nuevo en cualquier otro lugar, porque “lo que vimos y oímos, lo que tocaron nuestras manos” en la laguna Merín, esta presente en todas partes, así como estuvo presente antes y lo estará siempre.
Nosotros recreamos esa experiencia, no cuando vamos a llevarla, sino cuando vamos a buscarla en otros lugares y con otras personas. Nosotros ayudamos a que suceda porque creemos, pero lo que buscamos está en todos lados, nos rodea como el aire que respiramos.
No se necesita mucho: un corazón dispuesto, un ojo atento, unas manos que no estén agarradas a nada, porque el corazón es para amar, el ojo para ver y las manos para abrazar, acariciar y hacer el pan que compartimos.

Nos quedamos con los gestos pequeños, con la risa, los abrazos, y todas las fotos... y digo todas las fotos sabiendo que la mente no las recuerda, pero seguro de que las recuerda claras y vividas el corazón ya que no tiene un límite y puede tener presente hasta el mínimo gesto y todos ellos a la vez...
Así que no enumero cosas porque ya sabemos que son muchísimas...  solo quería compartir una carilla con el encuentro fresco aún y ponerlo en la mesa junto a los ecos de ustedes, ya sea que estén escritos o no y seguramente lo hago en una actitud de agradecimiento por lo que vivimos juntos y al igual que todos, esperando que se repita de las forma que sea.

 “A veces pienso que se perdió algo
y luego me doy cuenta que el final
es una danza donde todos los milagros
van a soñar, a bailar y cantar... un rato

Pusimos nuestra carpa en la frontera
debajo de los pinos contra el mar
abrimos por la noche la tranquera
dejando galopar, al corazón... un rato....”

 Nos vemos por ahí, un gran abrazo   Roberto Flores
 (por si no se acuerdan quién es Roberto, soy el amigo del Chocho, el gurú que multiplica las bananas)

PD la canción del final la compuse para guitarra y “flautita”....
                                                                  

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