El Lago Merín es un lugar
misterioso...no porque esconda algo, sino todo lo contrario: muestra la
grandeza del Creador que pone cada cosa en su lugar para que sus hijos puedan
disfrutar del descanso merecido: el agua, la playa, los árboles, el sol, el
paisaje, las personas, la naturaleza.
Todo en el Lago se hace accesible,
posible y, como consecuencia, disfrutable. El
cansancio traído de todo el año se desvanecen al calor del sol y la
frescura del aire del verano que acaricia el rostro y llena los pulmones. La
clave en todo ésto es DEJARSE impresionar por la voz de Dios que habla en la
naturaleza. En este marco se dió el II Encuentro Teológico en el Lago Merín, en
torno a la capilla Stella Maris. La espiritualidad compartida se vio bañada por
las aguas del lugar.
El Evangelio diario iluminaba
nuestro andar de cada día e iniciaba el camino para
ir abriendo el corazón. Cada mañana nos encontraba el sol reunidos, a veces más
a veces menos, a los acampantes alrededor del mate y la Palabra de Dios. Jesús
NOS HABLA en ella y que claro nos habla cuando esa Palabra de Vida es
compartida entre sus hijos. Allí nos sentamos a compartir cada uno sus
experiencias, sus luchas, sus logros y fracasos, sus sueños y esperanzas. El
Reino de Dios se experimenta en la voz del hermano, en las lágrimas que
recorren las mejillas, en la voz del que se sabe débil y necesitado.
Imagino...Jesús rodeado de sus discípulos...hombres y mujeres de todos lados
buscando en él una palabra diferente, un motivo para vivir, un lugar en el
mundo en donde sentirse aceptado, una razón por la cual no claudicar...
En éstos días nos alejamos por un
momento del consumismo y del materialismo que domina al común de la sociedad (y
del que muchas veces nosotros también somo presos); nos alejamos del sistema
capitalista que esclaviza al ser humano tornándolo un simple número más que
vale según lo que consume o lo que pueda gastar. Necesitamos sentir la voz de
Jesús que nos llama por nuestro nombre y nos dice: “Sígueme” (Mt 9,9) y
aun más: “...vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un
tesoro en el Cielo...” (Mc 10, 21). La dinámica del Reino es opuesta a la
que el mundo actual propone: Jesús nos quiere sacar de la mentalidad de la
esclavitud a un mundo posible de libertad. Jesús quiere la LIBERACIÓN integral
del ser humano y por ello hay que renunciar a todo lo que nos retiene.
Y así se fueron dando las cosas.
Desde la búsqueda de la luz que ilumine nuestras tinieblas, desde el
sacarnos la mochila cargada y pesada que traíamos, desde liberarnos de
la red que nos retiene, escuchando la Palabra de un Dios que nos
hace revalorarizar el lugar de la mujer en el mundo y quiere sanar
nuestro cuerpo y nuestra alma de nuestras parálisis, fuimos
vaciando nuestra vasija para que el Señor haga el milagro conscientes de que “¡
A vino nuevo, envases nuevos!” ( Mc 2,22). Desde el compartir sincero y
transparente, desde los que hace tiempo no se veían y se reencontraban, desde
los que recién se concocían, fuimos experimentando que venimos de distintos
lugares y situaciones pero caminamos hacia le mismo lugar. El anhelo de
felicidad guardado en el corazón se potencia al verse reflejado en los ojos del
hermano; el consuelo buscado por mucho tiempo se sacia de las palabras y gestos
concretos del AMOR FRATERNO. Dios no nos dejó igual a como llegamos.
La mística del Reino se experimenta
cuando se es capaz de aceptarse débil, limitado, pobre.
Jesús sanó a la
suegra de Pedro, al leproso, al paralítico, pero todos ellos se dejaron
impactar por la presencia y palabra de Jesús. En el mundo de los fuertes y
poderosos muchas veces no se logra escuchar la voz del más débil, del que
sufre, del excluído, del que es expropiado de su propia tierra, del que es
perseguido por ser diferente, del que es asesinado sin tomar en cuenta su
derecho a nacer. De nuevo la voz del Señor se escucha: “¡Felices los
pobres...los que lloran...los pacientes...los que tienen hambre y sed de
justicia...los compasivos...los de corazón limpio...los que trabajan por la
paz...los perseguidos..!” (Mt 5,1-12) Se nos hace difícil estas palabras
del Señor. Es una gran paradoja, pues ¿cómo estar felices en medio del
sufrimiento injusto?
Reconociéndonos pobres, pero a su
vez felices, hemos cargado nuestras mochilas para volver a la vida diaria. Allí
encontraremos a muchos que están sufriendo más que nosotros: los sin pan, los
sin techo, los sin patria, los sin corazón...a ellos nos envía Jesús. Con el
corazón lleno de Dios y con la esperanza de volvernos a ver pronto, los
acampantes partimos con nuevas metas personales, familiares y también las
comunitarias; con nuevos caminos que se abren a recorrer este hermoso mundo que
Dios nos regaló. Los sueños se hacen posibles, las esperanzas en un mundo mejor
y más justo para todos se acrecientan cuando aprendemos a vivir en FRATERNIDAD
y en COMUNIDAD. Dos valores imprescindibles para una regenerar la humanidad.
Nos volvimos diferentes a cuando
llegamos. Cada cual a lo suyo...pero con nuevo vino: el vino que da verdadera
Vida. Vino fruto del trabajo del hombre que siembra la semilla y la riega, que
cuida la planta y la poda. Vino que en la Mesa nos une en una misma Sangre: la
del Cuerpo Resucitado del Señor. Vino que une a hombres y mujeres de toda raza,
pueblo y nación, sin hacer diferencias. Vino que nos espera y nos acepta tal y
como somos. Vino...que se da, que se entrega, que se puede recibir pues se
merece...vino del Reino de Dios que se vierte por los ríos de este mundo y que
riega cada rincón del universo.
Atrévete a beber de este vino...no
te arrepentirás.
Diego
Pereira
Muy bueno Diego, de a poco te vas uniendo a este club fumanchu jaja. abrazo!
ResponderEliminarQUE BUENO DIEGO......ESTO DE TENER TANTO TEOLOGO ALREDEDOR ME PONE COMO CON GANAS DE QUE ESCRIBAN MAS Y YO APRENDER DE USTEDES CHE...!Y SE NOS PERFILA EL JUAMPI......
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