“Agua que sonríe”
¡El 24 de Diciembre hizo tanto calor en Montevideo! Una vela, mitad navideña, mitad de apagón que tenía en la mesa se dobló. No sé a qué temperatura se licua la cera pero no viene al caso, no quiero hablar de velas y licuefacción.
Me fui a la playa por la tarde: siete cuadras, arena y derecho al agua. En la orilla había dos flacos que conversaban; estaban cubiertos de tatuajes que recordaban grupos de rock y películas de terror. Cuando pasé al lado de ellos escuché un comentario: - en este brazo me había tatuado a papá y mamá-. Las apariencias engañan, o mejor aún, son relativas. Podríamos hablar de cómo las personas parecemos cosas que solo son en los ojos de los demás, pero no quiero.
Me tiré a nadar, siempre lo hago desde que tengo 12 años. En aquellos tiempos de adolescente, miraba una serie de televisión en la que el protagonista (Tom Selleck) capítulo por medio estaba nadando en una playa y pensando mientras lo hacía. Esa voz en off le permitía al guionista introducir parlamentos, ideas, sentidos a la trama. Yo por mi parte, un adolescente flaco que disfrutaba del agua, cuando nadaba me dedicaba a pensar, como lo hacía mi amigo de la serie, contradiciendo así la noción de que la tele anula esa capacidad.
Me preguntaba ¿quién sería el guionista en mi caso? ya que no tenía a nadie escribiendo el libreto... Asumía que el escritor era yo plenamente... Lo que pasa es que tenía 12 años no más.
“Hoy que el tiempo ya pasó, hoy que ya pasó la vida...”*1 sigo con aquella rutina. Así que el 24 de diciembre estaba nadando y tratando de distinguir los escritores del guión.
A medida que pasa el tiempo estando en el agua, los pensamientos se hacen más fluidos, graciosos, toman formas de olas que van a descansar en la orilla. Luego el guionista se relaja y duerme. Queda el ruido del brazo entrando al agua, las burbujas del aire que sale del pulmón, el tic tac del corazón... El agua que roza la piel, el fondo del mar que se hace borroso... El sol está distorsionado y presente en cada gota de agua, juntos sonríen...
Quizás el guionista dormido fue reemplazado por otro, el nuevo, que no es nuevo, solo más discreto, está enfocado en el presente, más atento.
Cuando saco la cabeza para respirar en dirección a la costa veo la gente que está en la playa, un caos organizado en función de cosas diversas. Yo estoy ahí también, me veo con ellos, porque el nuevo guionista no divide y no pone distancia ya que no tiene miedo. El miedo es solo un eco del sueño del que está dormido.
Los músculos se cansan, pero no es necesario apelar a la voluntad para seguir. Sería como si un gurí que juega, pensara que debe hacerlo o tiene que cumplir con algo... El nuevo guionista no interrumpe la danza con cuestiones, no entorpece la pirueta preguntando por qué...
Luego, salir del agua. Los flacos tatuados siguen ahí, están haciendo rezongar al guarda vidas con algo, me alegro, ya que esa actitud es más cercana a su imagen. Es divertido que las apariencias no engañen siempre.
Paso entre la gente y el guionista del pensamiento se despierta, como si reconociera a sus colegas en palabras y argumentos que hasta hace un rato no eran audibles.
Voy a celebrar la noche buena con mi familia, entre ellos el guionista del pensamiento es más fuerte porque tiene más argumentos y fotos del pasado, todo eso es material para armar un mapa de causas y efectos aparentemente lógico, mucho material: amor, odio, encuentros, ofensas, me quiere, no me quiere, mucho, poquito, nada, todo se cuantifica, etc. Una trama de sentido aparentemente valido. Un texto con miles de páginas aprendido de memoria. Muchas preguntas respondidas o casi.
San Agustín decía: “se lo que es el tiempo hasta que me preguntan sobre él”. Me gusta decir lo mismo del amor.
El guionista del pensamiento, más egocéntrico, se hace cargo de los festejos, pero el otro está ahí mandando guiños todo el tiempo. La danza grotesca del ego y la danza sensata del corazón en el mismo baile, no es necesario matar a nadie, solo es necesario aprender a bailar con gracia. No es preciso reservarse el derecho de admisión, solo es necesario saber por quien nos dejamos seducir, a veces resulta ser alguien que no tenía invitación ni ropa de fiesta.
Los compañeros de baile más comunes son los amados y los odiados ya que nada nos mantiene más unidos a algo o alguien que el amor y el odio. Sobre esto no puede aportar nada el guionista de Tom Selleck, tampoco el pensamiento lógico, analítico y racional. Solo el corazón sabe por qué hay que concederle una pieza al amor, el odio y a todo lo que hay en esta fiesta de locos. Quizás para encontrarnos en lo odiado, talvez para ser lo amado, hay muchas cosas en la danza y todas ellas se muestran claras en la acción, infinitamente más elocuentes que en el discurso.
¿Bailamos una...?
¡Feliz 2013!
Que nadie te mida el corazón...*2
P.D. me pregunto cuál de los guionistas escribió este texto...
* 1 Alfredo Zitarrosa “La canción y el poema”
* 2 Fernando Cabrera “La casa de al lado”
Roberto F.
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